En 1976, un juez condenó al guitarrista de George Harrison por “plagio inconsciente” probablemente provocado por un fenómeno que se conoce como criptomnesia y que hace referencia a esos recuerdos ocultos en la memoria que la persona no es consciente que tiene. George Harrison tuvo que pagar 5 millones de dólares para recuperar la propiedad de su tema.
En las últimas décadas han habido múltiples demandas por plagios. Radiohead, Beyoncé, Avril Lavigne, Green Day, Alicia Keys, Oasis, Ariana Grande, Kanye West, Coldplay… la lista de grupos y artistas que se han visto envueltos en casos similares se alarga año tras año en un mercado que se ha transformado por completo en el siglo XXI con la aparición de las plataformas digitales.
El abogado y músico Damien Riehl se propuso, junto al programador Noah Rubin, diseñar un algoritmo capaz de crear todas las melodías posibles. “Lo hemos hecho, aunque parezca irónico, para tratar de ayudar a los compositores”, afirmaba. Tomaron las notas de una escala básica de una octava -”la más usada en la música Pop, la que mayor ingresos y demandas genera”, dice Riehl-, las convirtió en números y empezó a escribir a una velocidad de 300.000 composiciones por segundo. “Así fue como creamos todas las melodías que han existido y podrán existir.” En total, 68.000 millones.